La
formación de maestros y maestra ha sido un tema que ha tenido bastante cambio a
lo largo de los años y partiendo y tendiendo sus inicio entre los años 1879,
partiendo de ahí las principales instituciones encargadas de la formación de maestros
y maestras fueron las escuelas Normales en nuestros país, aunque más adelante
fueron apareciendo otras instituciones educativas que agregaron a su
institución la carrera de formación de maestro, es a las Escuelas Normales a
quien se le da el mayor crédito por la formación de maestros.
También
sabemos que esta formación de maestro y maestra con el pasar del tiempo y con
los cambios que ha venido presentando la sociedad han tenido mayores exigencias
en cuanto a su perfil como profesional, exigiendo la sociedad que el maestro se
vaya actualizando junto con ella, para que se puedan ir formando sujetos
acordes con las demandas y los cambios que presenta la sociedad.
Concepción de Maestro
El
maestro es persona, sujeto situado que asume la educación como una
responsabilidad que le concierne. El maestro debe ser respetado y valorado como
un verdadero profesional de la educación, permitiéndole formular sus propios
proyectos y concediéndole lugares importantes de participación y poder dentro
de la gestión.
Al maestro
le corresponde el rol de facilitador, sistematizador y orientador de las
experiencias educativas intencionadas que se lleven a cabo en el centro.
Perfil del maestro
Los
maestros se deben visualizan como profesionales con las competencias necesarias
para: Educación Básica e Inicial. Para propiciar un ambiente de aprendizaje
donde los(as) estudiantes adquieran una formación integral, para comprender de
manera crítica y creativa su realidad socio-cultural.
El maestro debe favorecer el desarrollo de competencias
cognoscitivas, la interacción, el trabajo cooperativo, la solidaridad, el
sentido crítico, la confrontación de puntos de vista y elaboración colectiva de
normas y compromisos.
Enseñar para el cambio, para la innovación,
para la excelencia, que relacionen los conocimientos básicos con la
capacitación innovadora para adaptarse a las nuevas exigencias de un mundo
globalizado y globalizante.
Que su
quehacer pedagógico se proyecte hacia las tres vertientes que conforman el
mundo: Ser, Saber y Hacer. En donde enseñen a los niños a saber ser como
persona, es decir, ayudarlos a construir una identidad única e integral, para
que estos en un futuro sean capaz de identificar sus debilidades y fortalezas internas
para que las use como fuentes de evolución y de superación en su vida. En
cuanto al saber, el maestro debe promover aprendizajes en los niños en los que
lo incite a que conozcan el mundo, su entorno y todo aquello que le rodea, y
por último el hacer va referido a que los maestros ayuden a los alumnos a
desarrollar competencias como actitudes y habilidades que les ayude a ser
personas productivas y a que se desenvuelvan en contextos diversos de la
sociedad.
Que su
ejemplo ético, intelectual y moral promueva los valores humanos en sus alumnos.
Trabajar
de manera individualizada con sus estudiantes potenciando su desarrollo con el
reconocimiento de progresos, por pequeños que estos sean. Mantener una
comunicación clara y abierta con los estudiantes y compañeros para favorecer
las relaciones sanas y armoniosas entre todos los miembros de la comunidad
educativa.
Aportar
a la comunidad educativa ideas y sugerencias y defenderlas, respetando al mismo
tiempo, los aportes de los demás.
Planificar su clase
Planificar
su actividad pedagógica utilizando estrategias que se centren en el estudiante,
promoviendo el desarrollo de destrezas del pensamiento y la adquisición de
aprendizajes significativos.
Un docente actualizado
Interesarse
por la actualización profesional constante, para ofrecer un proceso de enseñanza
y aprendizaje acorde a la demanda de los tiempos actuales.
Que sea un líder
Ejercer
liderazgo participativo, tomar decisiones y asumir los riesgos correspondientes
a situaciones complejas, demandadas por el proceso educativo.
El Maestro como Sujeto Situado
Centralidad del desempeño docente
Como
sabemos, la reforma se centra en la evaluación de los maestros porque se la ve
como el factor que elevará su desempeño y hará posible el mandato
constitucional de una “educación de calidad”. Por tanto, da por supuesto que el
ejercicio profesional del maestro determina la calidad de los aprendizajes de
los niños y jóvenes, y por eso extraña aún más la falta legislativa de su
formación inicial sistemática. Se pretende obtener calidad del trabajo de los
maestros sin asegurar su preparación conveniente, sólo evaluándolos. Es como
querer sacar agua de un pozo donde no la hay, sólo lanzando y volviendo a
lanzar la cubeta. No descalifico a los buenos maestros por experiencia, que
sobre todo por su convicción moral honran su profesión. Pero es muy discutible
técnicamente que un sistema de evaluación, por sí sólo, genere calidad en la
enseñanza-aprendizaje; en cambio, es esencial formar a los maestros de la mejor
manera posible, pues eso es la base de un desempeño cualitativamente adecuado a
los perfiles, parámetros y estándares que se pretende.
¿Cómo escoger al maestro que queremos formar?
El
punto de partida es una selección rigurosa, que excluya cualquier
“recomendación o compadrazgo”, y evite lleguen a la carrera quienes no quieren
exigirse en otra profesión o no tienen ya otra opción. Esta es una profesión de
vida entregada a los demás, por lo que debe descubrirse este resorte íntimo en
los pretendientes.
El perfil para poder ser formado como maestro,
debe considerar un logro excelente en el nivel educativo requerido como previo,
pero ante todo identificar las cualidades personales, psicológicas y éticas,
las capacidades intelectuales y sociales, las disposiciones culturales y
técnicas que son indispensables.
Más que seleccionar por exámenes
estandarizados, hechos por administradores, debe privilegiarse la entrevista
por los propios directivos y académicos de cada escuela formadora. Si no única,
conviene que la entrevista reciba la ponderación más alta para decidir
colegiadamente la aceptación, pues aporta más sobre los resortes íntimos de la
personalidad del candidato o candidata, y en ella debe explicar
convincentemente su pasión y compromiso moral con la educación. Sin éste no es
posible aceptar a alguien a la carrera del magisterio.
Formarlos
en la práctica, con la teoría necesaria
La
enseñanza o docencia es una acción, y como tal debe ser abordada, comprendida y
modificada por sus actores. Pedagogía y vida son convergentes: se trata de que
los más jóvenes inicien y avancen en su maduración perfectiva, forjen una
comprensión del mundo y alcancen un comportamiento acorde a la justicia y a las
exigencias sociales. Como queremos que sea el futuro maestro, así hay que
formarlo.
Es necesario que los programas para la
formación profesional docente tengan equilibrio entre teoría y práctica, y ésta
sea decisiva. No puede formarse un buen profesor a base de lecciones huecas o
cátedras abstractas y lejanas de la realidad, en otras palabras, la práctica es
que hace al maestro en su accionar.
Su
formación ha de ser sistemática y rigurosa, meticulosa en lo técnico y
articulada, con lógica y método. Amplia y científica, es decir fundamentada en
filosofía, antropología, psicología y pedagogía, para comprender al sujeto
educativo y asumirse como tal, apreciando los constitutivos de la
intersubjetividad y de las conformaciones socio-culturales. Una formación
especializada, según los fines de la educación nacional y para atender a los
niños con necesidades especiales de aprendizaje (por condición de vida, social,
económica, psíquica, etc.); además, especializada curricularmente, conforme al
nivel en que se está formando el docente.
El maestro en formación debe ser confrontado
constantemente con la práctica educativa, con la realización de experiencias
pedagógicas y didácticas, a las cuáles debe saber investigar y medir, apreciar
y comprender, corregir y mejorar. Es como la formación de un artista, al que se
induce para percibir la belleza y amarla, pero también se le invita a
realizarla, a ejecutarla con maestría, poco a poco.
Tutoría para el maestro en formación
Es
indispensable que el nuevo docente pueda recurrir a un profesor maduro
pedagógicamente. Este tutor, con su experiencia y actitud constructiva habrá de
observarlo y guiarlo en la difícil y compleja tarea de promover el aprendizaje
de los demás, corregirlo en sus errores evidentes mostrándole que las fallas y
caídas son una oportunidad pedagógica que también deberá saber aprovechar. Es
un padre que sirve a los jóvenes maestros compartiendo generosamente la
sabiduría pedagógica acumulada por la práctica milenaria de la humanidad de
restituirse a sí misma. Actualmente se usa el recurso de la tutoría en las
escuelas normales, pero no se conecta con la práctica y es más un aliciente
económico y curricular para muchos viejos y amañados docentes de normalistas.
La tutoría asumida con profesionalismo es un
recurso que utilizan los sistemas educativos avanzados, pues favorece la
maduración personal y profesional, pedagógica y didáctica, social y
nacionalista de los maestros. Sin ella y la práctica, los centros formadores
derivan al manual y el discurso recurrente, mecanicista, en ambientes
autoritarios anacrónicos, síndromes que replican hasta el cansancio con muy
flacos resultados.
El
alumno al centro
Esto
es simple en cualquier discurso político y académico lo mismo que en programas
educativos oficiales, pero hacer realidad este principio de la pedagogía es
otra cosa. Se trata de reconocer al verdadero sujeto de la educación, al educando,
con todo su potencial individual.
Para
esto, los procesos educativos en general tienen que superar el enfoque de
control prescriptivo, la verticalidad y la ideología ocurrente como
interpretación del mundo. Deben fundarse en la libertad y en las cualidades
innatas de los educandos, en lo que los apasiona y mueve. La misión del sistema
educativo y todos sus agentes es sólo convocarlos, y poniendo las condiciones
apropiadas, facilitar su desarrollo. Si el ser humano no es reconocido y
convocado como sujeto a su proceso formativo, una consecuencia lógica es la
exclusión; esto explica el efecto malévolo de la deserción, el cual no es
responsabilidad del alumno ni de la familia, es de la escuela y del sistema.
Estamos ante un valor universal que las pedagogías
clásicas desde la antigüedad han practicado y fundamentado; en la modernidad la
psicología del desarrollo y las pedagogías activas lo exploran y recomiendan.
Tiene aplicación en cualquier nivel, pero su exigencia es mayor para formar
maestros, pues fundamenta la subjetividad de su vida profesional futura.
Conformación
del profesor como sujeto
La
verdadera rectoría de la educación corresponde a cada persona, y sólo por
derivación se aplica a la autoridad de cualquier nivel. Sin aquella, como principio
y fundamento, de nada sirve que se la atribuyan otros. El empoderamiento de
cada individuo en los procesos educativos es la base para que estos se
conviertan en algo mágico, convocantes, y redunden en su crecimiento auténtico.
Sólo como sujeto activo podrá enfrentar y transformar las condiciones de la
sociedad y de un entorno retadores y cambiantes.
El sujeto primario de la educación es siempre
el alumno, ya que todo debe diseñarse en función de él, actuarse con su
participación viva, evaluarse y corregirse también con su intervención: sólo
así la educación resulta en un valor agregado. El maestro en el proceso
formativo es también educando y por ello sujeto, pues diseña actividades,
concita la imaginación y la libertad, actúa con técnica y flexibilidad, etc.,
todo con la intencionalidad del desarrollo de sus pupilos y mediante ello
aprende y crece también él.
La conformación del maestro como sujeto
significa que sea protagonista, agente que decide sobre el proceso de sus
alumnos, a los que impulsa y alienta creativamente. Formarlos con esa lógica es
empoderarlos para transformar la educación. Mientras en su preparación no sea
superado el enfoque inductivo para adaptarse y simular con el fin de sacar el
mayor provecho posible del sistema educativo, no desarrollaremos verdaderos
maestros, capaces de introducirse e introducir a los niños y jóvenes en el
misterio de la realidad, en los desafíos de elegir, de querer ser por sí
mismos, de servir y entregarse a los demás.
Educación, Desarrollo y Poder Local
Formación De Maestros y Maestras, Política y Dimensión Cívica.
En
forma de conclusión, las instituciones encargada de la formación docente debe
de promover en los futuros docente aprendizajes que no sean solo teóricos sino
también en el que involucre la practica educativa en donde los maestros en
formación ejerzan el accionar docente, es decir, que vayan asumiendo su rol
profesional y también el que se vayan acercando a la realidad de las aulas en
las que estarán luego de culminar su profesión, en donde estos aprendan a ir
diseñando estrategias de enseñanzas y aprendizajes, a interactuar con los
alumnos, a crear buenos ambientes de aula, sobre todo a que aprenda a
planificar ya que esta será su guía durante el proceso de enseñanza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario